El mal tiempo que hace no se compara
para nada
con lo mal que estoy por dentro.
Aquí fuera os quejáis de frío,
dentro de mí es el Polo Norte,
quitando que cada vez que se acerca mi vida se convierte en una fiesta,
mis ojos fuegos artificiales y el clima del Caribe.
Cuando le veo volver a irse,
vuelve a llover.
Cuando le olvido,
vuelve.
Cuando quiero que vuelva,
me olvida.
Que en realidad no, pero sí.
Y dice que le importo,
y dice tantas cosas,
que por que dejara de mentir le comería la boca,
y aunque no fuera por que dejara de mentir...
Claro que me jode que me mientan,
¿a quién no?
pero joder, lo hace tan bien,
con esos ojitos que te dan ganas de despertar todas las mañanas de tu vida y mirarle fijamente y asegurarte de que sigue a tu lado de verdad, de que esta vez sí es verdad.
Y no quiero que te vayas para volver y volverte a ir.
Si vienes quiero que te quedes.
O vete, para siempre.
Duele,
claro que duele darte a elegir entre irte para siempre o quedarte,
o más aún,
echarte yo,
si te echo recuerdame que no te pida volver.
¿Tan poco me quiero que te quiero más a ti?
Te quiero más que tú a ti mismo,
que ya es decir.
Y mira que prometí no volver a escribirte...
Al fin y al cabo, a pesar de todo,
siempre acabamos juntos,
siempre acabas conmigo, ¿no?
Te espero donde quieras,
cuando quieras,
como quieras,
como siempre.
Al fin y al cabo sé que vas a volver,
pero no te espero,
simplemente aquí estoy.